Sunday, October 25, 2015

Mito


El dragón finalmente se rindió. Nadie nunca lo habría imaginado. La población de la ciudad sitiada por veintitrés días estaba indefensa a merced del monstruo gigante que lanzaba sus bocanadas de fuego durante todo el día. Sin embargo era un seductor y el pueblo, un desmemoriado. Cada mañana apenas repuntaba el alba abría su boca y despedía una llamarada tan tenue que lo único que alcanzaba a la región era el enternecimiento del cielo donde, como juegos pirotécnicos en cámara lenta, explotaban colores en contraste que danzaban en el aire. Una plétora de colores que pasaba en breves segundos de un anaranjado insípido al más intenso posible. Se levantaba desde la montaña oriental y lograba seducir a los moradores que observaban extasiados casi hipnotizados el festival de luz. Pero el júbilo duraba solo minutos. Parece que recordaba su naturaleza bestial. Tomaba aire y dejaba escapar fuertes llamaradas que comenzaban a descender sobre la región violentamente pero que lograban ser amainadas sólo por la distancia casi eterna que existía entre ellos. De su fuego abrasador apenas llegaban unos hilos etéreos que rozaban la piel de los moradores y enseguida lanzaban quejas constantes contra él anhelando el día que no despertara más, olvidando momentáneamente  que  su sueño permanente los destruiría.


No dormiría para siempre. Pero lloraría. Así lo adujeron los moradores que después de aquellos veintitrés días veían como comenzaban a caer sobre ellos gotas de sus lágrimas. Desconcertados bailaban, daban voces de alegría sin comprender este cambio repentino. El cielo era ahora espesamente gris. El dragón había decidido esconderse detrás de una cortina plateada y dejarlos en paz por unos pocos días. Después de siete días de encierro, el pueblo, de nuevo olvidadizo, lo echaba de menos y le rogaba que se descubriera dócilmente, que fuera compasivo que no los hiciera sufrir. Él estaba confundido por la incongruencia de sus palabras. Y sin poder hablar pero utilizando sus lágrimas los quería convencer de su inocencia. Que ellos mismos habían causado su oprobio, eran ellos los que se habían expuesto. Que su progreso se había vuelto prohibido y rompía el cielo. Que habían olvidado su posición, habían olvidado su labor. No perdía sus esperanzas. Algún día le comprenderían. Por ahora solo quedaba llorar.




3 comments:

  1. Los humanos somos tan contradictorios como los dragones. Saludos

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  2. ¿Metáfora del clima de nuestra ciudad? Calor de fuego, llanto de lluvia, nuestras montañas y atardecers.

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