Lo primero que recuerdo del coronavirus fueron dos emoticones: la imagen de una coronita y de un virus. Aparecía en mi cuenta de twitter. Me lo presentaban como una fantasía, como un comic. Por esos días leía sobre inteligencia artificial. Seriamente se disertaba de cómo las máquinas sin ayuda de nosotros iban a prevenir nuestras enfermedades e incluso llevarnos a la inmortalidad. Grandes autores de reputadas universidades a nivel mundial lo aseveraban sin temor a equivocarse. Pero en cuestión de una semana, el panorama se tornó gris y la fábula que la inteligencia artificial cuenta, por ahora, se pospone. Tal vez, algún día, seremos inmortales pero por ahora lo real es que en en dos semanas podríamos morir vulnerables e impotentes.
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